Levantamos nuestras manos. Es un saludo y una despedida. Un nuevo curso nos espera, otros horizontes musicales, otras paradas. Y dejamos atrás, con alegría y cierto puntito de tristeza, un curso cargado de anécdotas y proezas, de trasiegos y cánticos, todo un 4º donde nos hemos puesto deliberadamente a prueba, y hemos caído de pie.
Era 2 de junio, un sábado partido en dos mitades perfectas y un poco de lluvia (¿veis el suelo mojado?), y mientras la primavera descendía de su apogeo, alumnos de todos los instrumentos marcaban el compás, entonaban, improvisaban y desgranaban sus piezas ante el público, padres espectantes y nerviosos, cámaras que dudaban en su enfoque, midiendo la oscuridad, flashes, crujidos de sillas, aplausos, muchos aplausos.
Agitamos las manos y miramos hacia lo alto ¿a qué otro lugar si no? Y así hemos quedado retratados, sonriendo juntos. Otro curso ha pasado y hemos cerrado ciclo. Otro nos espera y otro nos esperará. Aún es pronto y hay mucho tiempo por delante, tiempo para crecer como los limpios días de junio, tiempo para dejarse caer hacia el transparente verano.