No ver es ver. Te tapan los ojos y comienza el viaje interior ¿qué se ve cuando no se ve nada? En esos instantes de inquietud, donde los segundos nos parecen minutos, se aguza el oído y todo comienza a sonar de otra manera, todo es más nítido, cada voz, cada carcajada, cada chasquido, se muestran como elefantes sonoros que llenan todo nuestro espacio mental. Eso es ver (y no ver).
Durante el fin de semana de la miniEVE, jugamos a estas y otras cosas; dio tiempo a todo, a la música, a las veladas, a conocernos más… Revivimos lo que eran las escuelas de verano en LLANOALTO, el eco de los enormes pabellones del albergue, la naturaleza que llegaba hasta nuestros pies como una alfombra (y por eso nos sorprendió tanto ver la nieve ahí arriba, absortos e hipnotizados, incapaces de casar esta imagen con la otra, la de un bosque abrasado por los rigores estivales, invadido los fines de semana por los lugareños que acampaban con sus neveras y sus sombrillas, y nos miraban de reojo ¡qué calor!)
En abril todo fue más tranquilo. Y ahora la memoria, cuando acude a los queridos escenarios de las EVEs en la sierra, funde el sol con la nieve, las siestas imposibles con el aire helado que desciende por la montaña, funde y confunde, ve y no ve.
Pero ve.