No, no es un atraco. Esto ocurrió sobre el escenario en el pueblo de Monleras, en la salida que los «mayores» llevaron a cabo la pasada primavera. Todos manos arriba, conteniendo a duras penas la sonrisa, árboles humanos parados pensando en el siguiente paso.
Y es que los músicos, si quieren, pueden soltar sus instrumentos, moverse ligeros de equipaje y, simplemente, cantar, como en los orígenes. Cantar. Ése podríamos decir que es nuestro manos libres. Cuando ya no hay que tensar cuerdas, ni hacer crujir clavijas, cuando ya no hay que cerrar con cuidado las fundas, ni acarrear incansablemente el instrumento. Pura libertad. Sólo cuerpo.
Y los demás. Pues lo coral también remite a los orígenes, a lo tribal, a lo iniciático. Cantar juntos, movernos juntos. Ser árbol, serpiente, lluvia o viento sobre el escenario. Repetir lo recién visto ahí afuera, en la naturaleza. Cuadro dentro del cuadro. Paisaje del paisaje.