Y, como el tiempo cumple certero sus ciclos, no ha cejado en su perpetuo avanzar y nos ha dado una nueva hornada de alumnos, listos para orearse, preparados para llevar la música a donde haga falta.
Los chicos y chicas de 6º de formación se diplomaron el pasado sábado en nuestro particular obrador de la calle María Auxiliadora. Tras de sí, han dejado largos años de lenta fermentación, cual espumosa masa madre, y también un intenso curso, nuestro 6º profesional, donde la mezcla de ingredientes básicos -convenientemente boleada y reposada-, ha levado poco a poco hasta esponjarse.
La prueba comenzó temprano. En la mesa del tribunal, junto a los papeles con las anotaciones de los profesores, había platos con fresas, cerezas, uvas pasas, almendras… También dos rosas recién cortadas en un tarro con agua. El ambiente era decididamente familiar; se trata de evaluar desde la cercanía, y así fue. Además -por seguir con nuestro símil panario-, con unos ingredientes así se pueden hacer estupendas hogazas de fresas y almendras, deliciosas roscas de agua de rosas y pasas, estos y otros muchos panes especiales y definitivamente originales. Y es que, de la misma manera que no hay dos personas iguales, no hay dos músicos iguales… El horno cogía temperatura y pronto llegaría el momento de la cocción.
Cantaron el emocionante Pur tu miro que utilizó Monteverdi para cerrar su ópera a Popea, e hicieron sonar violas, flautas, clarinetes, violonchelos, violines, guitarras… La música cada vez más cerca de sí misma, cada vez más próxima al interior de cada intérprete. Todo esto se cuece en 6º, la expresión va cogiendo forma, y en la forma se adivina un yo que se expresa en la música.
Así es como se ha hecho esta última hornada, este crujiente grupo de músicos que, a buen seguro, darán mucha guerra. Aquí estaremos para escucharles. Que me pongan dos barras.
