Entra septiembre y los días romanos van quedando atrás. Como algunos ya sabréis, una comitiva de la escuela -compuesta por una decena de alumnas y nuestras profesoras Mariángeles, Pilar, Maite & Sonia- viajó a tierras francesas primero, y a la ciudad eterna después, durante el mes de agosto. Lyon y Roma fueron las paradas de esta aventura del Willems International Choir, donde aportar y aprender constituyeron una fuerza indivisible, y ambas ciudades fueron los escenarios donde la voz pudo crecer y donde los lazos con otras formaciones corales europeas se estrecharon definitivamente.
Para siempre quedarán la complicidad con las eslovenas, los atentos cuidados de Tony, la foto con el maestro Cividino -cuya voz, de cerrado acento italiano, no podrá olvidar nadie que haya escuchado los famosos tests intratonales…-, el calor plomizo durante los conciertos, la explosión de la tormenta mientras Ofelia se desvanecía en la música de Berlioz, las intensas miradas del maestro Anass en la dirección, las horas y horas de ensayos y de trabajo…
Y todo queda en Roma -que para eso es eterna-, queda en los lugares desde donde la voz comienza a sonar, para siempre iluminada.