El pasado sábado tuvo lugar en la escuela la segunda entrega de los talleres de instrumento, al cual, como sabéis, acuden los alumnos que el año que viene comenzarán su andadura con el instrumento que elijan.
Esta vez, ya lejos de las tierras de Juzbado, a donde nos llevó la primera excursión del curso, la sesión trataba de la génesis de los sonidos, ahí es nada… Tubos de pvc, cajas de cartón con gomas, cubos de pintura y escuadras de madera, fuelles y hasta hortalizas, nos sirvieron para comprobar que los sonidos están ahí, latentes, esperando a que un gesto, un golpe o un soplo los haga manifestarse.
La mañana comenzó con una pequeña representación, en la cual unos pintorescos personajes -a saber, el Cuerdas, el Mazas, el Tubos y la Percu-, encarnados por algunos de nuestros profesores disfrazados alla Eve, saltaban a escena tratando de hacer sonar sus rudimentarios instrumentos, fracasando en el intento. La aparición del sabio Sonitián y su séquito de felices músicos -Sonigem, Sonijuli y Sonisoni (adivinad de qué profesores se trata…)- y el inspirador discurso del sabio en cuestión, encendieron la chispa que ayudó a que todo se pusiera en movimiento, comenzando el trasiego de alumnos por las aulas donde les esperaban los originales prototipos sonoros.
De sorpresa en sorpresa, todos fueron descubriendo lo cerca que está una cuerda de sonar, la cantidad de materiales y formas a través de las cuales se puede soplar y convertir el aire en sonidos, lo que las mazas y los fuelles pueden provocar si les allanamos el camino. Así, mas o menos así, fueron los comienzos de la música. Tomar los elementos cercanos y sugerentes, y hacer de ellos los instrumentos que llevaran en volandas el canto, el primero de todos.
Fue una feliz y divertida mañana de estos renovados talleres que este año estrenan formato. Estoy convencido que más de uno habrá intentado este fin de semana hacerse un instrumento con cualquier objeto a su alcance ¿me equivoco?
