Terminaba el mes de mayo, y nuestros alumnos y alumnas de 4º curso de formación, acudían a su cita con el diploma. Momento en el que se cierra un ciclo importante, cuatro años marcados por la intensa experiencia con el instrumento, tanto en solitario como en las distintas agrupaciones de la escuela (pianos, guitarras, cuerda…). También es tiempo para continuar, afianzar y ampliar los horizontes del lenguaje musical y del coro, disciplinas que ya comenzaron en los ciclos de sensibilización, iniciación y pre-formación. Así que, tras este vasto período de lento y gozoso aprendizaje, tocaba hacer un alto en el camino y recapitular, juntarnos para mostrar y compartir hasta dónde hemos llegado.
Como veis en la foto, durante las distintas pruebas, hay periodos de espera, tiempo de escuchar al otro y verse reflejado en él. Ahí es cuando comprendemos que cada uno tiene algo que decir, algo que aportar, un sello muy personal que -al margen de los pequeños errores sin importancia- siempre sale a flote y nos da una idea de lo que somos y de lo que podemos ser. Ahí queda trazado el camino.
Al terminar las pruebas y el pequeño concierto, llega el momento del ágape, la charla y el merecido descanso. Comida compartida que da para muchas chanzas y comentarios, y que es siempre el colofón a la “dura” jornada matinal. Este año estrenábamos formato, cada vez somos más y hay que hilar más fino. Esperamos haber sabido recoger lo esencial, haber atinado con el espíritu de las pruebas, no habernos quedado cortos, ni habernos pasado de la raya y, en definitiva, haber dado con la receta para transformar la presión en pasión, esa pasión por la música que esperamos que jamás los abandone (y que nosotros lo veamos ?).