Hubo, en efecto, un tiempo en el que la palabra escrita sólo se dejaba ver en el papel. Tiempo de elegir si ahuesado, verjurado o reciclado, si con grapas o con lomo, si a color o en blanco y negro; tiempo de patear talleres de artes gráficas y negocios que quisieran anunciarse por una módica cantidad.
Eran los tiempos de nuestra revista “Artesanado musical”, que publicaba la Asociación Cultural Sirinx. Y da la casualidad de que algunos ejemplares han caído recientemente en nuestras manos. Recordaréis que en el mes de julio anduvimos moviendo trastos de acá para allá, y que de las tripas de la escuela salieron objetos y cajas como para abastecer los puestos del rastro madrileño desde la estatua de Cascorro hasta la Ronda de Toledo, por decir algo… Bien, pues he ahí que, entre caballetes y pósters de Wagner, también salieron a la luz números sobrantes de aquella revista, la ilustre antepasada de nuestro actual blog, de la que ha heredado, como ya os habréis dado cuenta, el nombre propio. Nombre que los redactores de aquellos tiempos se ocupaban ya de justificar en la primera página, en una cita atribuida al mismísimo Schoenberg (lo cierto es que sí que aparecía en su famoso tratado de armonía, pero era en el prólogo del traductor -a la sazón, el conocido Ramón Barce-, y en ella se jugueteaba con las ideas del artesanado, la invención y el arte de desaprender; casi nada…).
Así las cosas, resultaba imposible no hojear las páginas de aquel Artesanado, encontrando perlas de todo tipo que, como en todo viaje al pasado, refulgen y vuelven a aparecer plenas de novedad. Así la EVE de Espinosa de los Monteros (corría el año 1993 y ésta fue, probablemente, la más septentrional de todas), con su abundante naturaleza, sus talleres de cestos, relojes de sol y hasta arcos de tiro, con las provechosas visitas de un inesperado grupo de lutieres un día de concierto, y un raro Supercorchea con nariz postiza y sombrero de paja; las reseñas del ciclo de conciertos de la asociación (¡todos los sábados por la tarde!); el alivio de los pianistas que celebraban la adquisición al fin de un piano nuevo de cola; apuntes sobre la apertura de un nuevo conservatorio en la ciudad (el Conservatorio Superior de Castilla y León acababa de abrir sus puertas); también primicias, como la creación de cursos de formación Willems en España, evitando el trasiego traspirenaico que tanto esfuerzo personal y económico suponía para aquellos jóvenes pioneros que se metían dos días de coche para llegar a Lyon; y un sin fin de colaboraciones más, reunidos en ejemplares trimestrales que podían llegar fácilmente a las 62 páginas. Imaginaos…
En fin, da gusto encontrarse, en medio del verano, con semejante legado. El poso siempre estará ahí, y es nuestra labor la de continuar sembrando y regando esta tierra de música, esta arcilla vital de la que queremos estar hechos, aprendiendo y desaprendiendo, viviendo y compartiendo, en papel o en luminosos píxeles, tanto da. Va por Artesanado.