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El encuentro de Valencia

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El grupo de Madrid

Pasado el ecuador del mes de julio, se celebraba en Valencia el primer encuentro internacional Willems en tierras levantinas. Nueve días de conciertos, cursos de sensibilización, clases de dirección y exámenes. Un frenesí de pequeños cantores y profesores en formación de distintas nacionalidades (España, Italia, Eslovenia, Marruecos, Colombia…) pululando entre Valencia y la cercana localidad de Llíria (conocida, precisamente, con el sobrenombre de ciudad de la música), donde el colegio de la Salle hizo las veces de campamento base. Esta vez fue un regalo estar tan cerca de la playa y que, en un verano de sol ardiente como el actual, el calor no se nos echara encima como en los anteriores encuentros de Roma o Liubliana, buff…

clase-en-lliria-wifSiete profesores (Sonia, Julián, Pilar, Maite, Juanfran, Mariángeles y Beatriz Hdez.) y un autobús con treinta alumnos, fue la numerosa participación de nuestra escuela en este encuentro valenciano. Y sí, estamos más que orgullosos de ello. Seguramente no sea fruto de la casualidad que la delegación salmantina fuera la más numerosa en Llíria. Da gusto ver cómo el trabajo luce y cómo germinan los años de aprendizaje en momentos así.

Para el recuerdo los conciertos de Valencia, en formato paseo musical, de claustro en claustro, y el de Llíria (¡lleno total!), donde disfrutamos de la perfecta acústica del conservatorio y de la atentísima escucha de un público que supo valorar la dificultad del repertorio. También nos llevamos el subidón de los diplomas Willems otorgados a nuestros queridos Julián, Sonia y Beatriz, tras los duros y fructíferos años de formación ¡Enhorabuena, compañeros!

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Y, añadido a todo esto o, mejor dicho, entreverado a las citas y momentos oficiales del evento, se hicieron recuerdo también otras inopinadas escenas: como la aparición de aquel hombre con dos bidones de horchata casera y fartons, justo la noche de la verbena final en el colegio, que nos supieron como si la célebre leche de chufas se acabara de inventar en aquel momento; o las veladas improvisadas, al terminar el día, donde cada cual compartía canciones de su país de origen, guitarra en mano o a capella; o aquella clase de improvisación donde fluyeron las lágrimas como en un preludio de Tárrega; o aquella entrega oficiosa de diplomas, donde cada cual fue presentado y retratado con palabras llenas de calor y complicidad (y también muchas risas…). Estas y otras cosas nos llevamos, y estas y otras cosas de similar tono habrán quedado flotando allí, entre Llíria y Valencia, entre cerros de romero y esparto, y las espumas doradas del Mediterráneo.

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la entrega oficiosa de diplomas