El bucólico y apacible pueblo de Juzbado recibió recientemente la visita de unos huéspedes muy especiales: los alumnos de pre-formación, que iniciaban con esta bonita excursión sus talleres de instrumento, y se presentaban en esta villa -que, como algunos ya sabréis, es todo un libro abierto– el pasado sábado 15 de octubre con una pequeña mochila y toda la ilusión del mundo. Un día de música y campo, pan y chocolate, risas y paseos.
Esta vez nuestros alumnos no sólo fueron testigos de la presentación de los instrumentos, sino que asistieron y colaboraron en la manufactura de algunos prototipos de cada familia -que resultaron ser más que resultones…-, todo con la idea de tener siempre presente la génesis del sonido, entender que los instrumentos, tal y como los conocemos, no aparecieron de la noche a la mañana, que surgieron con toda la naturalidad del mundo de la inquietud musical del ser humano, imparable, incansable, ineludible… Un cubo y unas cuerdas pueden sonar como un chelo o una guitarra, un tubo y una perforadora ponernos en las manos una flauta o un clarinete, unas cajas y unas gomas escalar el sonido como un piano. Sólo hay que imaginarlo y ¡manos a la obra!
Tras la comida esperaban los cubos y pinceles, la pared vacía de la calle Concejo, el mural en el que cada uno eligió sus colores y dio sus brochazos , y que quedará ahí para regocijo de los paseantes juzbadinos. El año pasado llenamos de teclas blancas y negras, a modo de piano gigante, otras de las paredes del pueblo. Esta vez las protagonistas han sido las siluetas de pintorescos e improvisados personajes que nos miran con una sonrisa. Otro punto de alegría en esta villa que mira al Tormes. Y tiene pinta de que no será el último 😉