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Todo sobre la mesa

La escuela cambia de colores estos días. Los murales y decoración se renuevan, y con ellos también el resto de los elementos y personas que formamos parte de Sirinx. Recién aterrizados tras los días de verano, la mesa de trabajo aparece llena de partituras inacabadas, plantas que sobrevivieron al calor, lápices que pronto dejarán su rastro de grafito en los pentagramas, relojes que nos avisarán del cambio de clase, sillas que cambiaron de sitio y mueven sus patitas para volver a su aula, y fotos, muchas fotos que completan la memoria, que nos recuerdan nuestras últimas aventuras musicales antes de partir en busca de las vacaciones.

En esta nos tenéis en pose de honda concentración tras el diploma de 4º, a finales de mayo, donde los alumnos que cambiaban de ciclo lo celebraban con música y comida en la escuela. Los esperamos con ilusión este curso que empieza, la nueva etapa de 5º y 6º profesional, o los zigzagueantes itinerarios del camino amateur, justifican nuestro vilo. Todos aprenderemos.

En esta otra, nuestra alumna Teresa Brel, se acerca a un instrumento tan viejo casi como la Historia misma. Recuerdo de aquella excursión a tierras vallisoletanas, donde pudimos visitar una exposición única, Arqueomúsica, que en España sólo paraba en ciudad de Valladolid, y que mostraba una amplia colección de instrumentos prehistóricos y de la Antigüedad. Pocos podrán decir que la han visto (y oído).

Y, en un extremo de la mesa, un tupido taco de fotografías. Son las del último Paseo musical, esa mañana de domingo en la que salimos a las calles a tocar y cantar. Así es como comenzamos siempre junio, y así le dimos la bienvenida otra vez este año (hay que decir que al final nos castigó con aquella olor de calor que tanto complicó las labores del final de curso, pero olvidemos aquellos sofocos…).


A lo largo de la mañana, las arquitecturas de la música se entreveraron a la piedra, y serpenteamos en procesión entre los espacios de la ciudad y lo monumental. Hilos todos que se cruzan en un laberinto que cada año desafía a los designios de Dédalo. La música va y viene.

 

 

 

 

 

 

 

Y, como fin de fiesta, y merecidamente tras el largo paseo, los estómagos se sintieron agradecidos con la paellita de rigor. Cómo nos gusta siempre ese momento de comer y charlar sin prisas…

Sobre la mesa aún quedan más fotos. Caras, miradas, gestos, espacios congelados que, sin hacer apenas esfuerzo, imaginamos en movimiento. Comienzan a vivir unos segundos en nuestra cabeza y rápidamente se deshilachan, sustituida una imagen por la otra, y la otra por la siguiente, cuentas de un collar que no parece tener fin. Definitivamente, este es el sino de nuestro tiempo. Pero hoy, aquí paramos. Acercaos, asomad el morro por nuestra escuela y veréis a las imágenes hacerse cuerpo, y al cuerpo devenir música. El lunes recomenzamos.