2018 apenas ha echado a andar y en la escuela ya han tenido lugar pequeños eventos, de esos que nos gustan. El tercer viernes de enero era el día elegido para los macro-ensayos de agrupaciones. El plan era juntar a todas las orquestas y agrupaciones en una sola, e ir preparando cómo sonarán las obras elegidas para una futura puesta de largo. Piezas que mantendremos en secreto para el gran público -que una sorpresa siempre es una sorpresa-, y que nosotros llamamos vulgarmente los obrones, por aquello de la poblada masa orquestal que requerirán. Así que ahí se las tuvieron que ver Luisa y Paco para juntar lo que se había trabajado por separado durante los días de otoño. Gozosa experiencia para todos, especialmente para los alumnos más pequeños, los de 2º y 3º, que disfrutaron enormemente de lo que supone trabajar en un formato de semejantes dimensiones (y a la semana siguiente preguntaban por los pasillos si se ensayaba otra vez todos juntos, por si colaba…). Conscientes de que aún quedan aristas que pulir, habrá futuros ensayos multitudinarios, así que, queridos alumnos, no cejéis en vuestro empeño y estad preparados 😉
El día siguiente, el sábado veinte de enero, era mañana de talleres. Ya sabéis, esa oportunidad que tienen los alumnos de pre-formación para conocer y probar los instrumentos, e ir sintiendo cuál les resulta más cercano, más propio. No es poca cosa. Esta vez era el turno de los instrumentos de cuerda -pulsada y frotada- y durante las dos horas de ires y venires de un aula a otra, dentro de los más pequeños se fue dibujando, poco a poco, ese instrumento, su instrumento, cuya forma definitiva sólo al final de un trayecto que dura meses conocerán. Algunos ya lo tienen claro. En otros, a duras penas se esboza una forma aún indefinida. Así funciona a veces el enamoramiento. Habrá tiempo…