El pasado lunes, Alicia Pérez, una de nuestras alumnas, subía a su cuenta de Instagram una imagen aérea. Bajo el ala del avión el paisaje parecía ya una maqueta, casitas de juguete rodeadas por un irregular tapiz verde. Sobreimpresionados, aparecían la hora y el nombre de una ciudad: Lyon.
Estos días volvemos sobre nuestras huellas, y un nutrido grupo de alumnas de Sirinx han viajado de nuevo a la ciudad francesa, donde se desarrollarán el 37º Congreso Internacional Willems y el encuentro del Willems International Choir, del que ellas formarán parte, junto a alumnos/as de otros países, como Italia, Eslovenia o Francia.
El año pasado, casi en las mismas fechas, nuestra escuela aportaba la delegación más nutrida de todos los países participantes, con alumnas/os que formarían parte del coro WIC1 (hasta 17 años) y en el Coro de Cámara (a partir de 17 años), superando incluso al número que habíamos aportado el año anterior. Como novedad, Pablo Cabero, nuestro profesor de contrabajo, viajó con la expedición como monitor, figura que estrenábamos aquel año.
Tras los días de arduo trabajo y preparación (para el recuerdo aquella primera sesión impartida por Nicole Sorti, quien fuera presidenta de la Federación Willems, que compartió su sabiduría con nosotros, antes de la llegada de nuestro querido y admirado Anass), llegó el día de la puesta de largo, en un concierto donde el coro WIC1 interpretó un Schubert precioso, y donde el Réquiem de Fauré terminó por rematarnos hasta la lágrima (al final, todos los coros juntos -incluso gente del público- cantaron el In paradisum con el que se cierra la célebre obra del compositor francés, en un momento que sólo los que allí estuvieron pudieron llevarse en la mochila como un regalo inolvidable).
Así las cosas, y mientras vamos recopilando las noticias e impresiones de la actual aventura lionesa, bien vale el recuerdo de aquellos otros, a sabiendas de que nada puede repetirse, y sin embargo, volvemos una y otra vez a aquel lugar donde fuimos felices.