Ahora que el nuevo curso ha comenzado, y que las fundas y estuches han vuelto a abrirse, y los instrumentos vuelven a respirar y a esperarnos con toda la música que duerme dentro de sus cajas, tubos y cuerdas; ahora que los pasillos han recobrado la vida que acostumbran a cobijar y encauzan los ires y venires de los aprendices de músico, de padres buscando aulas y profesores mirando sus nuevos horarios; ahora, en suma, que todos somos protagonistas del retorno a lo cotidiano, algunos os preguntaréis ¿y qué ha pasado en la escuela durante el verano? ¿A dónde ha ido a parar tanta música? Y la respuesta es un nombre, concretamente, unas siglas: EVE.
Los primeros doce días de agosto trasladamos nuestros archiperres al pueblo burgalés de Sedano, al sur de las hoces del alto Ebro, para dar comienzo a una nueva Escuela de Verano, donde la música, la creatividad y, sobre todo, la convivencia, son las materias principales para ocuparnos noche y día. Esta vez se eligió el tema del agua como inspiración y nexo entre las actividades, y los nombres de los grupos que llamamos “de servicios”, ideados por nuestros alumnos, dan buena cuenta de ello: “Almejas astutas”, “Focas fiesteras”, “Cachalotes caribeños”, “Diverfines”, EVEmpapados”… Todos haciendo referencia al mundo marino y a lo acuático. No es que haya sido, pese a estas elecciones propiciatorias, un estío para nada lluvioso, pero en la ausencia lo deseado se vuelve más deseable aún, y la idea del agua tuvo la fuerza para mover el molino de nuestros días.
Como no podría ser de otra manera, en esta EVE sonó mucha música (y muy al hilo: la Música acuática, de Handel, La tempestá di mare, de Vivaldi, y piezas tradicionales americanas, como Down in the River to Pray o Bring me little water nos ayudaron a rendir tributo al líquido elemento…); y se creó, también, mucha música. El taller de “Comprovisación” fue todo un éxito, y dio a luz nuevas piezas en estilos diversos (indie, latin, neo-soul…) que se pegan a la memoria como la miel a los dedos. Temazos compuestos sobre la marcha por nuestros alumnos y alumnas, guiados por la sabia mano de los profesores del taller, de los que os dejamos una grabación hecha en caliente, para que juzguéis vosotros mismos. Ahí van “El Súper te espera”, “Vente ya” y “El porfiao» (link)
En el resto de los talleres primó lo manual y dimos a luz bellas piezas de mimbre (taller de cestos), de arenisca esculpida (taller de piedra de Villamayor), de dibujos impresos (taller de grabado) y habilidosos muñecos acróbatas (taller de saltimbanquis), y recuperamos algo que ya se ha convertido en tradición: los siempre divertidos videos lipdab, prodigio de planos secuencia y sincronización gestual al compás de la música. Mucha creatividad y mucha paciencia en unos tesoros que nos llevamos a casa bien impregnados de espíritu EVE.
Este año la excursión fue al cercano pueblo de Mozuelos de Sedano y sus inmediaciones. Un día para que los pulmones se llenen de aire puro y para empaparnos de naturaleza. La geología del lugar nos regaló criaturas del cretácico petrificadas, y por nuestras manos pasaron fósiles de moluscos, erizos y estrellas de mar que moraron por estos lares hace millones de años. No podía ir más al pelo con nuestro tema de la EVE… En el lugar elegido para comer surgió una improvisada y electrizante clase de coro que aún recordamos -que lo organizado no está reñido con la sorpresa, y en estas circunstancias convertimos en un arte el saber dejarse llevar-. Hubo quien se atrevió, incluso, con un baño en el pilón de aguas verdes que encontramos en la ruta. Valientes viajeros…
Y así, plagados de experiencias, ingenio y sorpresas, fueron pasando aquellos días de agosto. Imposible consignarlo aquí todo, ese tesoro sólo lo posee quien ha ido, pero no podemos dejar de compartir con vosotros la emoción que siempre nos rebosa cuando recordamos la escuela de verano. Del Día de la música, y su búsqueda de la Atlántida (que científicos, arqueólogos, historiadores, piratas, artistas y seres míticos llevaron a cabo a base de música y disfraces), del ajetreado Supercorchea -que en un alarde hiperactivo apareció más que nunca-, del gran concierto final, donde los coros y las orquestas se hicieron ritmo al compás de tangos, klezmer, marchas turcas y canciones de cuna, y de cómo nos llevamos la llave de la iglesia sin darnos cuenta (para pasmo de los parroquianos pajariteros), tendréis que preguntar a los protagonistas, que a buen seguro colmarán vuestra curiosidad.
Así que, queridos siringos evemaníacos ¡hasta el año que viene!