Siempre empezamos por el principio y el principio es, para nosotros, el lugar. La escuela es un espacio vivo. Muta, como nosotros, como la vida, como la música. Los pasillos cambian de colores, de temas, de formas. Hay que descolgar y recolgar, en un cambio de camisa que es como el de la serpiente (no en vano, y en palabras de P. Kinsgley: “La palabra para referirse a la flauta que utiliza Parménides es Syrinx. Esta tenía una gama de significado muy especial. (…) Para los griegos el sonido de la flauta era también el siseo de la serpiente”). Así que mudamos de piel, soltamos lastre y nos arropamos de nuevo. Por eso, mientras algunos de vosotros nos visitáis —para conocer la escuela, para saludar, para informaros—, nos encontraréis herramienta en mano, paneles a pulso y atinando a ojo de buen cubero, cambiándolo todo para que todo siga igual, como dice el adagio.
Nos mueve la belleza que, como dejó escrito aquel lejano atomista que era Demócrito de Abdera, “Es amor justo desear sin arrogancia las cosas bellas”. Las amamos, pues. Y hacemos por producirlas, por inventarlas y por que vosotros las veais. Pronto las escuchareis. Pero eso es ya otra historia…
📷 En las imágenes, Gemma, Sonia & Pilar cuelgan uno de los murales
🏷️ Fuentes: El fragmento de P. Kingsley es de su libro En los oscuros lugares del saber, publicado en Girona, por la ed. Atalanta en 2010, y está en la pág. 122 (7ª ed.). El fragmento del filósofo abderita lo he tomado del libro Fragmentos presocráticos: de Tales a Demócrito, en traducción de Alberto Bernabé, publicado en Madrid por Aliaza editorial, en 1988, 2018