
Septiembre ha comenzado a desplegar sus días llenos de tareas y melancolía, y las aventuras de las vacaciones caen en el fondo de nuestra memoria adensadas en una nueva capa de limo. Ese barro fresco será nuestra inspiración en el nuevo arranque. Y no es uno cualquiera. Es el arranque del curso cuadragésimo de nuestra escuela. Cuarenta años ya. Va a ser un curso divertido. Como todos los aniversarios, os tenemos preparado algo especial. Lo iréis viendo según avancen los meses. Aún faltan los últimos retoques de la puesta a punto, pensar y repensar los cambios de decoración de los pasillos, buscar y rebuscar nuevas partituras que ilustren lo que queremos contaros este año, ordenar y reordenar horarios, conectar y reconectar con vosotros, alumnos y alumnas, madres, padres, amigos todos de este proyecto que continúa.
La foto es de la última EVE. Mateo otea el horizonte en un pequeño descanso en mitad de la vorágine. Maravillosas pausas en las que las hebras del tiempo se hacen invisibles, sin peso, y vemos el mundo —y a nosotros en él— tal como es —tal como somos—. En ese pantano del Duero, encajado entre los barrancos graníticos de los Arribes, hay una playita y hasta un embarcadero. El día de la excursión lo pasamos allí, refrescándonos después del paseo. Y Mateo dejaba descansar su mirada sobre la lámina del agua. Y así vemos ahora, desde esta esquina del recién estrenado mes de septiembre, lo que nos queda por delante. Ansiosos ya del reencuentro con vosotros y de que empiece a sonar la música ¡qué otra cosa!